dissabte, 4 de juny del 2011

Paradojas

A principios del mes de diciembre de 2010 pudimos leer, ver y escuchar, en todos los medios de comunicación de este país, que un grupo de activistas pro saharauis entre los que se encontraba el actor Willy Toledo, eran expulsados de la tribuna de invitados del Congreso de los Diputados por lanzar gritos a favor de la libertad del Sahara Occidental, el incidente tuvo lugar el mismo día que se debatía una moción para condenar la violencia en el desalojo del campamento saharaui en El Aaiún “Gdeim Izik”; aunque para conseguir la aprobación de la Cámara, hubo que omitir (a petición del PSOE) la condena expresa a Marruecos por la forma en la que se produjo, algo que hemos podido constatar gracias a las imágenes y testimonios, que a riesgo de sus vidas en muchos casos, se grabaron y difundieron  desde el mismo epicentro de la agresión.
Hay que recordar que el territorio del Sahara Occidental está ocupado ilegal y militarmente por Marruecos desde finales de 1975, momento en el que España culmino  la traición más  cruel y vergonzosa de toda su historia; la entrega del territorio y sus habitantes a Marruecos y Mauritania. Desoyendo, claro está, todas sus responsabilidades y compromisos internacionales  como potencia administradora de un territorio no autónomo, el único que perdura en el continente africano y que sigue esperando ese momento de libertad que la doctrina de la ONU le reconoce; decidir de forma libre y sin intromisiones su futuro, a través de un referéndum de autodeterminación que incluya la opción de independencia.
Pero no es la única ocasión en la que nuestros gobernantes anteponen los intereses económicos o de real poli tic, a los genuinos valores democráticos de respeto y justicia que deberían exigirse en cualquier relación, local o  internacional.
El pasado mes de febrero, el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, (el mismo que envió a la Brigada de Información de la Policía a los activistas que reclamaban justicia para el Pueblo Saharaui)  acepto una invitación que había sido cursada meses antes por el presidente de la ex colonia española (Guinea Ecuatorial) Teodoro Obiang  Nguema y que fue recomendada por el Ministerio de Asuntos Exteriores y Cooperación, dirigido actualmente por Trinidad Jiménez.
Todo entraría dentro de los protocolos que habitualmente se realizan para alcanzar acuerdos económicos, políticos o sociales  entre dos países,  si no fuera porque el actual presidente de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema, accedió al poder hace 32 años después de ejecutar al anterior presidente, Francisco Macias (curiosamente tío suyo) y que desde entonces ha construido una estructura de saqueos, corrupción, asesinatos..., que llegan a extremos difícilmente comprensibles, con un único objetivo, amasar una fortuna que lo sitúa entre los hombres más ricos del planeta, condenando a su población a la más absoluta pobreza y desamparo social.
Todo lo anterior, hace que la visita del Presidente del Congreso, José Bono y el resto de representantes políticos de un país democrático como el nuestro, sea más despreciable si cabe, porque detrás de los posibles acuerdos y negocios conseguidos, habrán contribuido, sin ninguna duda, al sufrimiento de muchos inocentes, al igual que vienen haciendo en el conflicto del Sahara Occidental.
En un momento como el actual, en el que las poblaciones oprimidas se están levantando en contra de los tiranos, dictadores, teócratas o autócratas, la Comunidad Internacional, sigue sin dar una sola muestras de que la sangre derramada por inocentes haya servido para algo, ya que   Teodoro Obiang Nguema es el actual presidente de turno de la Unión Africana (UA) y José Bono el actual presidente del Congreso de los Diputados de España.
En cambio, un grupo de jóvenes cooperantes, pacifistas, solidarios, que luchan por algo tan necesario  como es la libertad y la justicia en estos tiempos, están a la espera de juicio por alteración grave del orden en el Congreso de los Diputados, el motivo, haber levantado la voz en el mismo lugar donde hace 35 años se consumó una traición, una traición  que se cometió en silencio por el ultimo gobierno franquista, pero que ninguno de los sucesivos gobiernos democráticos han sabido/querido resolver y que  condenó al Pueblo Saharaui al dolor, el exilio, el hambre, la cárcel, la tortura y la muerte. El otro pecado de estos jóvenes fue el haber recordado a algunos de nuestros políticos, disfrazados de demócratas, que el Pueblo Saharaui sigue esperando, paciente y pacíficamente a que se les devuelva algo que nunca debieron perder, la opción de decidir libremente su futuro. Paradojas.
Juanvi Luz
Vicepresidente de la ONG de ayuda al Pueblo Saharaui Al-Amal de Valencia

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